nuevamente,
ahora que los presuntos “expertos” nos quieren tranquilizar con la película de
que no detectan niveles preocupantes para la salud en la toxicidad, las
reacciones adversas, las consecuencias del problemón volcánico.
Me
suenan, me recuerdan a anteayer, cuando la abuelita Simón y el evanescente,
transitorio, difuminado ya (o emboscado y huído, como el idiota venenoso de
Waterloo) Illa nos contaban los oblicuos y macabros embustes de la pandemia que
han convenido a este “régimen” de mafiosos, poniendo de manifiesto hasta qué
punto son todos esbirros, sicarios, sirvientes del poder y clientes puercos del
pesebre.
¿Qué
os vamos a creer?: ya no es posible, cada traca que nos echáis encima aumenta
nuestra justificada desconfianza, el desengaño irreversible de nuestro
escepticismo.
Cabrones,
extendida a casi todos, fue la palabra que Iñaki y este servidor compartimos, a
vosotros dirigida, mientras en la zona de piscina del hotel los “seniors”
fingían una anestesiada ataraxia de jubilados.
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