Gastaba
ese gesto, esa miradita característica con algo de pasmo y bastante más de
distante y displicente superioridad, propia de franceses con halo y nostalgias
de “grandeur”: Philippe Noiret, Jean
Rochefort y otros, también fueron de esa cuerda.
Muy
alejado del arquetipo de galán/protagonista guaperas, y más todavía de los
niñatos relamidos que proliferan en el mundo del espectáculo, bien pudiera
aplicársele a la inversa el discriminatorio dictamen que sostiene que la suerte
de la fea, la bonita la desea.
Porque
parece que de él se prendaron, o lo que fuera, mujeres célebres por su belleza
indiscutible. Así que se abrió paso en la vida y en los escenarios con cierto
encanto burlón y aventurero de seductor atípico, y con la desenvoltura y la
habilidad que quizá sean dos variedades del talento.
Que
su trabajo de actor tuviera en ocasiones más éxito que calidad no alterará su
figura en la memoria de los admiradores, ahora que en el firmamento del cine, y
durante el festival veneciano del gremio, se da de baja irreversible la
luminaria que fue Jean Paul Belmondo.
-¿RIP?
-No veo por qué no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario