De
mi adicción irrenunciable por las tortillas con jamón dan fe los innumerables
intentos que, año tras año, llevo realizados.
No
me asisten, entre mis proverbiales torpezas, ni la fuerza que a Diego García de
Paredes se le atribuye ni, por otra parte, el tesón laborioso y fiel de que
Penélope hizo gala, en su legendaria espera.
Así
que, un experimento tras otro, mi aproximación personal al concepto tiende, más
que al de tortilla poco hecha, al de huevos revueltos tirando a defenestrados.
También
te digo que, siendo los ingredientes de clara elementalidad y calidad
acrisolada, el fracaso sólo se manifiesta en el formato que, aunque
sorprendente de suyo, por suerte no traiciona el sabor ni el deleite previsto
al paladar; y que el desconcierto anexo lo provoca sobre todo un elusivo y
ambiguo aspecto de “crèpe” o como se
diga, muy superado ya por la costumbre, y que jamás me disuade del emocionado y
temerario propósito.
Doy
por descontado (porque mi memoria evoca a un zapato) que en anteriores
comentarios de este “blog” acaso os he hecho partícipes de tan singular faceta
de mis andanzas. Nada tiene de asombroso, y mire cada uno de por sí, en lo
tocante a reiterar según qué “batallitas”.
Querido,el principal elemento para un buen resultado al hacer una tortilla de jamón, es la sartén. Tiene que tener el antiadherente en perfecto estado. Es también muy eficaz aprender a darle vuelta con un toque de muñeca. Vete probando y mira como lo hacen los profesionales en Youtube. Un abrazo.
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