¿2050?
No te lo creen ni los más tontos de tu cuerda.
¿Qué
“sustancia celestial”, qué
inimaginable y rudo alucinógeno has incorporado a tu palmito pinturero para, de
repente, ascender beatífico a la condición de profeta?
Como
inane portavoz de “comités de expertos”, que no queda claro si los tienes o no,
ya te superas a ti mismo: te has vuelto atómico, nene, el más licuado y
obsoleto de los fantasmas.
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