Sumándote
al tropel de anécdotas delirantes que nos abruma, sales ahora con un
atrevimiento en público (del que parecías estar resguardándote, sofista del
misterio) que añade otro chirrido al aquelarre: ¿pues no te reputaban, los rumorosos
más “enterados”, por vicepresidente en la sombra, cerebro gris, que mi
daltonismo no sabe si lo haya de distinto color, y en suma ibérico
maquiavelillo que con retrecheras ínfulas brujas a tus pies tenías rendido al figurín
mayor?
¿Y
no era que tu opinión sabia y magnética moldeaba a capricho las decisiones de
mayor importancia, oráculo vibrátil, antena glamorosa del rumbo ciclópeo de
nuestra política?
Y
en pocas horas, cuánto desconcierto, Iván. Mira que ser tú el que salga al
balcón a anunciarnos que ya está en camino la Agencia Espacial Española, qué
bárbaro, no ganamos para sobresaltos, galáctico de mis carnes, qué desbocada
fantasía; y cuánto arrojo en ese fanfarrón envite de tirarte por el barranco
POR Pedro (Pedroooo, Pedrooooo, eco
histórico e histérico de la Cruz, al explosionar triunfal en la epifanía
idolátrica del de Calzada de Calatrava), que igual en vez de POR, iría
mejor CON y así llegábais antes y ambos al Olimpo a que, entre mármoles
suntuarios y laureles de epopeya y ritos herméticos de iniciáticas liturgias,
os vayan zurciendo, troncos, chuflas cum
laude, bocachanclas de la maroma.
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