Algo
de palanquín
y
caña de bambú,
de
un oriental y remoto monarca
me
sugiere la luminosa marca
que
implica alrededor el ambigú.
Viernes
Santo de este año infortunado,
rememoro
sentires enclaustrados,
pondero
y peso el tiempo y su camino,
su
descenso del Sella: remolinos
de
siempre imprevisibles resultados.
Imposible,
de entrada, vislumbrar
lo
que un acuerdo habrá de reportarte;
la
decisión casual que frente al mar
con
los años habría de asentarte.
Perdemos
o ganamos. Las apuestas
son
de cualquier manera irreversibles
y
tardan o no llegan las respuestas
para
cada pregunta
y
para nuestras dudas invencibles.
Por
esta acera, aquí delante, pasa
un
ciclista de cuatro o cinco años,
seguido
de su corte familiar:
mis
vivencias de antaño,
¡son
tan inevitables de evocar!
Fue
lo que fue; ¿y hoy soy lo que seré
cuando
medito que “mon siège est fait”?
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