En
lo que trasegamos
el
despilfarrador tiempo de espera
de
estos meses de invierno y de rutina,
me
acogí ayer, cediendo al espejismo,
al
despliegue del mítico “ambigú”
que
llevaba semanas en receso.
Gafas
de sol, bandeja personal
con
un menú de diseño a la carta
de
entrecot de ternera
blanca,
a la plancha, de Ávila gloriosa
(que
no estará al presente
bajo
un manto de nieve);
pimientos
rojos de Lodosa ilustre;
foie-gras
francés, para que no se diga
que
no entramos al cosmopolitismo;
y
un vino semidulce de Chiclana
“pa
quitar el sentío”.
Luego
el café/homenaje en el estilo
que
bien sabe Isadora…
-Ya te imagino: casi el rey del mambo.
-Mejor de la pavana.
-Con lo conservador que ya te has vuelto…
-No es eso. Es el instante
en que el mar se paró, en un silencio
de calderón rotundo.
No se escuchaba nada, parecía
que el mundo había dejado de girar.
-¿Por qué me cuentas eso?
-¡Qué más da!
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