El
falso ciprés que afuera,
en
el jardín, me declama
su
arrogancia,
tiene
empaque de quimera,
silencio
de pentagrama
a
distancia.
En
funda negra y adusta
que
cierra una cremallera
se
arrebuja
con
apariencia vetusta
que
no descarto que fuera
cosa
bruja.
Hoy
tuvo un mirlo posado
a
guisa de capitel:
cantaba
un canto encantado
con
aguamiel.
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