“Fueraparte”
de que ya hace tiempo se han llegado a plantear dudas sobre la verdad de la
existencia de San Valentín, atribuyendo la eclosión de su mito a, por ejemplo,
películas triviales y algo ñoñas y a insidias del Corte Inglés, etc., este
pintoresco y más que atribulado año en curso los trileros de la cosa pública
han elegido la fecha clave para celebrar unas elecciones regionales.
Por
lo pronto, hay desbandada entre los convocados a figurar en ese embarque de las
mesas de recuento. Les sobran los motivos. Los mismos que alientan el
desfallecimiento y el recelo generales de los votantes, siempre imprevisibles y
a la sazón muy escarmentados ya.
Conque
si tan peligroso para la salud nos predican que es el contacto personal,
físico; si según eso los enamorados y similares habrán de rehuir la fiesta
gozosa que era ya tradición, llegando en rigor a omitir los besuqueos a destajo
y demás expresiones de la coincidencia fogosa que cabe imaginar…
¿No
traería más cuenta dejar plantados a los trileros, contemplar con gesto
divertido o impasible sus caras, su estupor, su quizá y por fin insostenible
cinismo en fuga?
¿Qué
estupidez perversa, qué falsía podrían aducir ante una abstención del, digamos,
99%?
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