Con
su talante, calmo y discretito,
de
rositas se va Salvadorilla.
De
nada se arrepiente. Maravilla
que
ahora que es su hora
de
abandonar el barco que zozobra
(que
es conducta convencional de rata),
no
considere que quizás no sobra
mostrarse
algo contrito
por
tantas veces que metió la pata.
La
muestra de que son impermeables
al
pudor y a otra suerte de virtudes
es
su ductilidad de intercambiables:
de
su maceta saca el “jefe” a Iceta
y,
en ese desplazar de los peones,
le
coloca otro enchufe de repuesto
con
cargo, como siempre, al Presupuesto.
¡Qué
baile de bufones!
¡Qué
modo de comprar las adhesiones!
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