En
este año puñetero, de cuyas dificultades parece que ninguno nos iremos de
rositas, es todo un detalle que diferentes comunicantes, colegas, meros
conocidos y desconocidos, amigos e incluso familiares hayan manifestado con su
felicitación que en sus afectos y su memoria (que puntualmente refresca
Internete) conservan un lugar que, aun de variables dimensiones, da otro a mi
gratitud y reconocimiento.
A
la íntima soledad del ser humano que quizá somos todavía, le vienen bien estas
voluntarias muestras de acompañamiento. De esas señales a estas líneas que
escribe el Hipocampo, ojalá permanezca el puente de la palabra GRACIAS.
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