Porque
ese cargo, alto y exigente,
ha
de medirte el temple asiduamente,
no
es imposible, Biden, que, a tus años,
tu
discutible resto de energía
te
ponga a dura prueba.
Con
lo que eso conlleva
de
avatares y de quincallería,
de
taquicardias y de desengaños.
Que
en lo que ya me encuentro
no
tan lejos de tu avanzada edad,
si,
a poco, me concentro,
doy
en pensar que en tanta actividad
como
le corresponde a un presidente
no
va a tener un hueco tu destino
para
el tiempo prudente
que
pide “la sopita y el buen vino”.
Y
espectadores agoreros hay
que
ya están en un ay,
“oyes”,
cómo es la gente:
que
a un paso por detrás
de
tu podio eminente
te
contemplan los ojos picarones
y
el empujón y todo lo demás
que
va a darte Kamala con su guasa.
Ya
veremos qué pasa.
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