Cuando,
en otro alarde de tu famosa desvergüenza, afirmas que, junto con Alemania,
daremos el primer ejemplo de eficacia en el asunto ese de la administración y
la distribución de las vacunas (que tú lo sueltas con la palabrería equivalente
que sea y sin visible, no digo ya espasmo, sino contracción pasajera de
facciones o siquiera ínfimo, instantáneo pestañeo), nadie queda de tu feligresía,
si descontamos los interesados fanáticos de la secta o los beneficiarios del
pesebre.
Confesos
o disimulones, los ciudadanos sienten la inevitable desconfianza que, con tu
equipo de faroleros, has sembrado de un tiempo acá, y que resalta como
característica preferente de tu recorrido.
Por
si fuera poco, la competencia entre los laboratorios fabricantes de la “panacea”,
con sus modificaciones de porcentajes de resultados y sus diferentes precios al
consumidor, no están ayudando al acto de fe que a los españolitos (de sobra y
con motivos, escarmentados) se nos solicita. Los tímidos tanteos de opinión,
las desmadejadas encuestitas de calle, van poniendo de manifiesto una actitud
más bien recelosa, a pesar de las ganas que tenemos del “rayo de esperanza”.
¿Vakuna
Matata?
No hay comentarios:
Publicar un comentario