No creo que sea porque este amanecer tengo enfrente la luna, llena estos días, que en pocos minutos más va a hundirse en el agua. A perderse de vista.
Las neuronas. Que dicen los oficiosos, los enterados, los que toda clase de información y noticias, ventajosos manejan: los más presuntuosos analistas. Digo que dicen que el viaje, desde Madrid, hizo escala en Sanjenjo (Sanxenxo, en el dulce habla de Galicia) y luego, pasando por Oporto, cruzó el mar hasta un paraje en el Caribe dominicano.
No refieren si bruma, pero abandono y soledad, de seguro, Sire. Y que no sufren --¿qué si no, de los mediocres y los envidiosos? -- vuestro modo de amar a las mujeres y al dinero. Los peores hipócritas, que tan muy por debajo en estilo, humor, seducción y no digamos ya la alcurnia que hace dinastías con los apellidos y los títulos, víctimas de idénticas tentaciones aunque solapados, más a hurtadillas y, ay, con siempre posibilidades menguadas al lado de las vuestras.
Y como no hay enemigo pequeño y ha crecido a innumerable el contingente de los que os acosan, ahora con ruin regocijo se ensañan en derribaros: los escrupulosos de las conductas ajenas, los jueces fariseos "impolutos", los entomólogos de la moral. Los que rompen todos los platos a la mínima ocasión de venirse arriba.
La melancolía es un veneno, o un elixir, fino. Por lo que sea, me vienen este amanecer a la memoria grabados, relatos de tiempos idos, la ilusoria imagen del que debió ser el último tren en Canfranc.
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