Con una actitud ingenua, que quizá debería llamar temeraria, durante estas numerosas semanas últimas he atendido con responsabilidad a la inundación de informaciones que se nos ha proporcionado para tenernos, o no, al tanto de la evolución y los pormenores de la desgracia vigente.
Y como es natural, los niveles de saturación han ido aumentando de manera gradual hasta la sensación de hartazgo, de empacho, de asco y de lo demás, en esa línea, que Uds. quieran libremente añadir.
Así que reaccionando, por cuestiones de salud (que la hay diversa), decido rebajar al mínimo la dosis de droga dura que están suponiendo los telediarios, las tertulias y la contaminación mental que, prodigio de manipulación, expenden. Digamos rebajar a un 5%. Porque resulta difícil el reciclaje de tanta basura.
Y resuelvo sentarme en el mirador doméstico a contemplar la espectacular hermosura del temporal de hoy: cielo oscuro y revuelto de nubes, esponjado el gramón, la platanera, los geranios, hibiscos y gitanillas que se agitan, fuerte el viento, bruscos los arreones de la lluvia, anchísima franja de espuma y dispersas crestas de una mar picada que luce ese color gris elegante bajo el que late sin duda todo un presagio de nada desdeñables amenazas.
Sonará lo que sea, hasta que se acabe el tiempo y nos llegue el día. Y mientras, conviene emborracharse...
-- ¡¡"Cuidaooo"!!...
... de belleza, dejarnos ir mirando, que ni el cuerpo iba a resistir los 100 años que de todas formas ningún mal dura.
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