Cuando de Vuesa Merced inquirí nuevas que me diesen norte sobre su estado de salud que, en estos tiempos de gran zozobra (y siendo como somos ambos varones a los que el adjetivo de venerables no resulta impropio, ni ya lejano), es tema de importancia y que ofrece creciente juego en las conversaciones de veteranos, el resumen detallado de las recientes vicisitudes ha causado honda impresión a mi ánimo; y bien que me place que la conclusión afortunada que tal trance ha tenido viene a restaurar más de un equilibrio en las mareas de nuestras asustadizas neuronas.
Que estamos, como ya he escrito, en las manos de los galenos, cuyos conocimientos harto nos ayudan, completando el amparo que de Nuestro Señor Jesucristo a los buenos católicos cabe, y que las musas en los quirófanos jamás se desenvuelven en versos de arte menor, antes bien, debemos ponderarlas con la elegancia y aristocracia del alejandrino; y en ello estará Vuesa Merced conmigo desde su diversa y leonardesca actividad.
Que el Tiempo os respete y que haga duradera la vida armoniosa para quienes, como Vuesa Merced, aúnan la inspiración y el talento en beneficio, notorio o discreto que sea, de su entorno y de su comunidad.
Dado en Chiclana de la Frontera. El Hipocampo.
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