Con profusión de gorjeos, con traviesas risitas y comentarios picaruelos (que no "melindres de dama boba"), cuatro o cinco avezadas tertulianas del chismorreo daban noticia, en la cadena amiga de la más frívola televisión, de la incorporación sensacional que ingresa en nuestras vidas.
Se trata de un artilugio o adminículo diseñado, es de suponer, por sesudos y cibernéticos artífices, que conseguirá con funcionalidad ejemplar y solvente garantía batir todas las marcas olímpicas de velocidad en la satisfacción del éxtasis femenino que más íntimamente se corresponde con el clítoris.
Este admirable avance de la tecnología subraya los éxitos crecientes que, en la autogestión, los grupos feministOs (o sea, la facción más vanguardista y "progre" de las mujerAs) van alcanzando para que, en última instancia, "cada palo aguante su vela".
Sin apenas objeciones que, en el acobardamiento vigente nadie se atrevería a mostrar, y aunque el antecedente de las ya obsoletas muñecas hinchables no quedara en gran cosa, en estos tiempos de apresuramiento y marcianas novedades, puede que termine siendo, el imaginativo instrumento mencionado, una inestimable apoyatura que contribuya a resolver, siquiera parcialmente, los desajustes que en ocasiones se dan entre varones desmañados y poco pacientes y desconcentradas parsimoniosas que acaso ¿estaban pensando, en el momento de la verdad, en cambiar las cortinas?
Los románticos y románticas de nuestra sociedad, por responsabilidad ciudadana, deben aprender que no solamente en el IBEX la cuenta de resultados es lo que de verdad importa.
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