Con adocenamiento, vulgaridad, rutina y manifiesta pobreza de lenguaje, con los latiguillos de conversación arriba enunciados, estructuran sus parloteos machacones, sus sobadas consignas de partido, sus agotadoras recomendaciones y catecismos tan teñidos de ideología...
Son nuestros líderes, nuestros inspirados conductores, combinando con los "informadores" más afamados e influyentes, sus laberínticos circunloquios, las estudiadas tangentes por las que salirse, sus verborreas confusas y desafortunadas, sus torpes mentiras sin límite que dejan en nuestra atención un vacío entramado de hojarasca y telarañas.
Entre las dos Montero nos servían reciente muestra considerable del fenómeno. Una, con su dejo aflamencado e inoportuno y la otra con su propaganda zurda y tardosufragista, pelos de las respectivas dehesas, repitiendo que ya habrá tiempo de "volver a tirarse los trastos" entre políticos, cuando el tormentón termine.
Igual, cuando el tormentón termine, los ciudadanos, hastiados de todos (y TODAS) esos (y ESAS) esterilizantes y desvergonzados (y DESVERGONZADAS) granujas que nos echan a perder la vida, deberíamos correrlos (y CORRERLAS) a gorrazos hasta un lugar donde quedasen, ahí sí que sí, definitivamente confinados. Y CONFINADAS.
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