"Fueraparte" del presentador, que ya cada mañana en el Ente nos demuestra su adocenada y torpona talla, desde el acuario del Hipocampo, la conclusión no es alentadora:
Lastra, procurando colar sus gatos por liebre, tropezando en mentiras y contradicciones, huyendo de dar respuestas comprometedoras, con vistas a futuro, cuando le preguntaban en corto.
Cayetana, menos brillante y más predecible que otras veces, con algo menos de gas y más de cansancio.
Arrimadas, un tanto inocentona y utópica de divagatorias generalizaciones.
Iván de los sonoros apellidos (que su asesor le aconseje hablar más pausado, porque se atropella de tanto como quiere puntualizar), con sus recetas drásticas de problemática aplicación.
La "unida" del "Coletas", con el catecismA cansino de los comunistas añejos, remiendos rústicos para nada siglo XXI.
Aitor, deliberadamente gris, elusivo como siempre, más espeso que borroso.
Y Rufián, como un ídem, hablando con fingidos tonos relajados que desmiente su inevitable aire de chulito de futbolines; insistiendo en el "diálogo" y lo que llama amenazas (ajenas) mientras nadie (¿por qué?) le interrogaba directamente por los incendios y el vandalismo de sus hordas domésticas/indómitas que (con modestia cristiana, vueltos los ojos al cielo en actitud edificante) hacen sus obras de misericordia encapuchados para que no los tiente el pecado de la vanidad...
¡Qué extraordinaria pasarela!
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