Miradlos subirse al carro del oportunismo: los mediocres, los pedorros, los piernas; los adictos a la carroña de la murmuración; los idiotas casuales y los que miraban para otro lado antes, desentendidos, y ahora, urgentes, se ponen al día con unción farisea, con trilladas frases convenientes; con lamentos de plañidera tardía.
Los oficiosos, los "enterados", los expertos repentinos, descubridores in extremis de la cáscara boba del vocabulario que más creen que corresponde a la actualidad de esa celebridad -- bastante olvidada, recobrada de golpe con el atropellamiento de lo inesperado -- que acaba de morir hace poco y que, vaya por Dios, zarandean ahora, con afectos verdaderos o ficticios, porque sirve de cebo para (tan sólo por algunos días) entretener al público y rellenar el vacío cutre de los programas de la televisión, esa escuela de horteradas y supercherías.
A buenas horas, mangas verdes.
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