Orondo y abacial regresa Alija,
según fuentes solventes aseguran,
de su periplo en tierras mejicanas.
Y la comarca mayormente pija
a la que vuelve, en gesto de cordura,
ha de acogerlo, al vuelo las campanas.
El indiano viaje que concluye
no debe su final a tiroteo
que amilane a varón que nunca huye,
renunciando a la gloria y los trofeos.
¿Será que echa de menos el botillo,
la singular paella, la fabada,
las sardinas asadas,
para nombrar condumio más sencillo?
¿O que beligerantes ajetreos
de invasoras y fieras enchiladas
han saturado acaso su deseo?
Como quiera que sea,
mientras lo echan en falta las iguanas,
trípode en el bastón que lo sostiene,
parece sabia y consecuente idea
mirar por la ventana, a ver si viene.
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