Solamente desánimo y bochorno, y la grave y lógica zozobra, deberíamos sentir ante la actitud de quienes pretenden (con la complicidad morbosa de los medios de difusión) que se puede "celebrar" y conmemorar con barnices de heroísmo casposo una porquería de situación como la ocurrida un año atrás en Cataluña.
Aquello fue producto de la negligencia y la delincuencia que no previnieron (una) sino azuzaron (la otra) el impresentable pulso, incluidas unas consecuencias que de lejos, de años, podían pronosticarse con claridad.
Había órdenes judiciales previas que no se quisieron cumplir. Y luego, alegando con demagogia e hipocresías una "voluntad popular" que sólo lo era parcial y además largamente intoxicada, la muchedumbre resultaba imparable, y menos con el cacareo inútil y las acobardadas restricciones de la "proporcionalidad" a la que son tan aficionados los correctos políticos y los políticos presos y fugados.
Ahora asistimos a manifestaciones en creciente choque, a enconamiento desaforado de las posiciones y a la inveterada falsedad con la que se siguen recomendando los paños calientes para no irritar más la ferocidad con la que las hordas de encapuchados mochileros y sus congéneres invaden lo que se les antoja y arrasan las piltrafas en que ha quedado la convivencia de esa infortunada región, cuya exclusiva y excluyente propiedad se intenta conseguir con los peores modos y fundamentos.
Un asco, tú.
Un asco y bochorno: asco por la actitud de los dictadores xenófobos envueltos en esteladas; bochorno por la actitud de los gobiernos que, anclados en lo políticamente correcto, en la tibieza y el miedo, no han sabido reaccionar a tiempo para haber evitado esta vergonzosa situación.
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