No para deshacer un maleficio, que no es el Hipocampo creyente de tales supercherías.
He regresado hoy, después de dos años y medio, al itinerario de aquella ocasión que terminó como el rosario de la aurora y de las demás horas. En esa carretera que también nos llevaba a Irene y nos traía otrora con Cleopatra y la escolta aguerrida y paciente del Cabo.
Y precisamente, todo el verano de lAs calores y los turistOs, aplazándolo hasta esta fecha.
Ya procedía: cada uno ha llegado por un extremo de esa ancha avenida que cruza la población. Y sin necesidad de recurrir al teléfono, no es difícil identificar la zona de encuentro, con esos automóviles poco comunes que nos llevan y nos traen.
Esta vez, asómbrense, nada de política. Lo importante ha sido inaugurar con margen de tiempo los prolegómenos de la Navidad que viene. Así que estando en Estepa, cuna ilustre de las delicias que sabemos, ¿no iba a dejarse caer en mi asiento de atrás un sugerente y tentador repertorio de mantecados?
¡Bueno fuera!
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