Ahora que incorporo
la familiar costumbre
del café de verdad
-- que ya tengo una edad --
y, al amor de la lumbre,
en su aroma doméstico demoro
el cotidiano rito...
Ahora que el escrito
en este "blog" de hoy
(que, un poco, es más o menos lo que soy)
no trae aerolitos
ni luna seductora ni mareas
a las que encomendarme cuando sea...
¿Qué hago ahora, Isadora,
con el café, sin ti,
en esta soledad madrugadora
de este lecho que veo
frío y vacío sin tu ronroneo?
Esperar con paciencia si puede ser y acompañar ese café con un cruasán relleno de chocolate.
ResponderEliminar