Escrupuloso "de boquilla" y teórico de la filigrana, el Parlamento acoge en sus filas a una recua de vistosidad variada que incluye a los falsos socialdemócratas de imitación (como los bolsos del "manta"), con la digestión a medio hacer; a los barandas de la corrupción, atentos al negocio; a los separatistas, que es como decir saboteadores y esquiroles; a los terroristas de reciclaje dudoso y/o fingido; a los comunistas/os bananeros/as, con su incansable e inflamada propaganda; a las gentes de centro, tachadas de inmediato por sus detractores de fascistas y reaccionarias; a los "progres" de verbena; y a los indecisos, los inertes, los desnortados... o sea, el Arca de Noé, disgregada en grupos que casi todo el tiempo claman "qué hay de lo mío". Y que van inquietándose por la existencia y el, todavía menor, ascenso de Vox.
Llevarán tiempo la revisión de las cansinas modas y el ajuste con esta realidad alternativa; pero está cantado que a la demagogia ocurrente y de trillado diseño también habrá quien le cante las cuarenta.
Procede, así pues, reconocer la parte de población que, harta del pensamiento único, coincide con Vox en más de cuatro cosas, incluso cuando lo calla porque puede sentirse intimidada.
Pero ni la Historia, ni el clima, ni siquiera la gastronomía contribuyeron jamás a hacer del temperamento de los españoles un prodigio de moderación; el silencio acaso esté quebrándose. Y en fin, como tanto se predica ese asunto de la democracia, en el tablero deben estar TODOS los jugadores.
-- ¿Para que, si Dios reparte suerte, no tengamos que romper la baraja?
-- Otra vez, ya te digo.
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