Que los provocadores existen es una deplorable evidencia cuyos ejemplos, despreciables y chocantes, contemplamos con demasiada y creciente frecuencia.
Para más inri, dentro de esa especie de moscas cojoneras, se da la variedad aún menos comprensible del chuleta que confía (o lo simula, o lo pretende) en que la respuesta de los provocados será "proporcionada", que es la palabrita hipócrita de moda para designar lo que al tal chuleta y a otros de su jaez les vendría bien: algo suave, una réplica modosa, meramente académica, incluso acobardada, que no ofreciera riesgo alguno.
Con evidencia paralela, estos lelos aprenderán seguramente que no va a ser así. Que igual al chuleta lo hacen ídem un buen día, ya que estamos todos tan graciosos y ocurrentes, con la "literatura" del menú en el restaurante.
O con la temperatura de un horno que algunos envenenados se han propuesto conseguir que no esté para bollos.
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