Antes de que amanezca está sentado
en su sillón dilecto, favorito,
escuchando el sonido, acariciado
por ese son que acuna sus sentidos.
Va clareando lento en estos días
que despidiendo van otro verano.
(¿Y en qué para la clásica porfía?
¿En este absorto mano sobre mano?)
No es un vaivén lo que se trae el agua
en su arrimo a la arena:
es un zás, zás continuo,
como contaba Cela,
que parece que sólo viene y viene.
En la raya, dos luces dan temblores:
¿son barcos faenando, pescadores?
Brisa mínima, aromas del jardín
y al fin nuestra farola, que se apaga,
obediente a consignas de alumbrado.
-- ¿Qué te falta, Hipocampo? ¿Un "va, pensiero"
que canta Zucchero bajo el sombrero
de artista surrealista?
¿Qué neurona dicta en tu cabeza
estos compases laxos, de pereza?
-- No es nada, tan sólo es que contemplo
cómo se pasa el tiempo, en un empeño
que se envuelve en acordes manriqueños.
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