De toda evidencia, el "parche" del barco a Valencia, y tantos otros remiendos de juguete, están infinitamente lejos de la necesaria solución de un problema gigantesco, desde luego con abundantes raíces y explicaciones, pero al que es de temer no se le pondrá remedio suficiente ni a tiempo.
Y es lamentable que la especie humana, que tan pomposamente se siente y se dice superior, cuando el viento arrecia -- o sea, casi siempre -- no ha andado muy diferente, en la conducta, de los animales, con instinto de conservación, comportamientos depredadores, el pez grande que se come al chico, la ley del más fuerte y toda la correspondiente peste.
Con un añadido muy de tener en cuenta y particularísimo: la hipocresía. Los mil y un pretextos teóricos para echar balones fuera y mirar a otra parte, desentenderse ante el descomunal desequilibrio endémico con el que seguiremos cargándonos la convivencia, los recursos del planeta y el copón de la baraja.
A la Europa y a la América y Asia también, prósperas, si el egoísmo y la ceguera decadente no lo estorbase, les convendría por mero sentido práctico (ya que no por otra cosa) encontrar y llevar a cabo un plan eficaz y realista para que el desastre no termine con nuestras cómodas ferias, brillantes "expos" y sofisticadas pasarelas de la moda. Con nuestro insolidario y podrido de molicie "nivel de vida".
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