Me hago cruces y mi incredulidad
no tiene límites ante las nuevas
que me han llegado de tu integridad
que en triple frente viene puesta a prueba.
A la sazón no están los esqueletos
para que experimentos desusados
y fieros y mendaces e indiscretos,
nos conduzcan a trances desgraciados;
así que, si partimos de esa base,
conmigo convendrás que el estupor
que siento y que comento en estas frases
es más que lógico y perturbador:
Quizás ese percance de escalera
pueda entenderse como fortuito;
y la ciática, que sea una quimera
o gorgona o arpía que da gritos.
Mas ¿esa vocación inexplicable
de un équite tardío en Su Merced?
¿Acaso hay silogismo razonable
para caer en tan expuesta red?
No descarto que, al teléfono fijo
o al móvil, en su caso,
de Vos tendré los dignos argumentos
que ilustren cabalmente esos fracasos.
Y ¡pardiez!, redoblad vuestra cautela
que en estos vanos tiempos de mudanza
ya demasiadas son las tarantelas
y excéntricos compases
que nuestros desnortados mandamases
andan tramando en turbias lontananzas.
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