No osa sostener el Hipocampo que al modo de Walter y Jack compongan otra extraña pareja.
Aunque sí afirma que los transeúntes que en reducido número deambulan por la acera de enfrente de la casa, los contemplan con redoblado y renovado asombro, sacan conclusiones, formulan conjeturas y toda clase de cábalas acerca de la insólita estampa que con algo de temerario desparpajo ofrecen a la vista.
O acaso, ¿qué podría pensarse de ellos?: perfilando abstrusos quehaceres desde las terrazas, casi siempre a deshoras o, cuando menos, en momentos que no nos atreveríamos a calificar de oportunos, sin una grave modificación de los diccionarios...
Laboriosos y concentrados, realizan esotéricas mediciones, anclan puntos de apoyo cuyo recóndito propósito permanece a menudo oculto en un insondable misterio. (Tanto él como ella son manifiestamente "seniors", lo cual redunda en el aumento de la perpleja incomprensión de los casuales espectadores.)
Y es que, la mayor parte del tiempo, sus idas y venidas y la frenética actividad del "bricolaje" desarrollada, apenas dan muestras visibles que proporcionen la ansiada explicación para la curiosidad pública, aunque algún atisbo de malla protectora y apliques luminosos ya ha sembrado infinita desazón en los círculos de estudiosos de la metafísica aplicada y levantado tenues sospechas entre los adeptos de las corrientes más desvanecidas y desorientadas de la astronomía.
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