Entre los 300 del paso de las Termópilas y el número similar de "héroes" que florecen en el banquillo andaluz como consecuencia de los ERE y así, los analistas han observado ilusionantes diferencias.
Resumidas las crónicas, tal parece que éstos, frescos numerosísimos, dieron comienzo a esas libidinosas andanzas en 2001. Y como se emplearon a fondo, durante una vistosa ristra de años, se fundieron (con insólita y desmadrada alegría y más o menos indebidamente) 800 milloncetes a repartir con los amigos del taller, fruslería indigna de consideración y cuyas desvaídas explicaciones es posible que no basten a resolver un laberinto que ya se va desmoronando con los previstos trucos de la prescripción del delito y/o la asunción de responsabilidades dizque políticas.
En los lugares de honor de este friso de artistas figuran con méritos indiscutibles Manolo y Pepe, presidentísimos y, a la postre, precursores de nuestra impar Susana, personajes cuyo poderío no cabe negar y cuya incidencia en tan taurinas tardes de apogeo no renunciará a sus antecedentes histórico-literarios del Patio de Monipodio, símil que quizá ya ha salido con anterioridad en este "blog", siempre aquejado de perplejidades y otros ribetes de la decadencia.
En Ochoa, en la Campana o en el Horno de San Buenaventura, merendando entre discretos conciliábulos, los cadíes de nuestra Ixbilia departen y dilucidan cómo han de quedar mejor las conclusiones: ¿como torrija espesa, tierna y melosa, o como soluble, delicado e inconsistente azucarillo?
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