Nada extraño es, Rogelio, que como vuestra facción lleva demasiados, y lamentables, años acostumbrada a la mansedumbre que con intimidación ha impuesto a los ciudadanos verdaderamente pacíficos, te tome por sorpresa que los rotundos empresarios germanos te canten las cuarenta, con una destemplanza menor, fíjate, que la que mereces. Porque reclamar respeto, gente como tú, ufana de desobedecer las leyes con la contumacia de los forajidos, no es más que otra de las muestras de cinismo que subrayan tus gestos de desabrimiento, contrariedad y ridícula soberbia consternada.
Ante el chaparrón que se te venía encima, parecías el patético títere de guiñol que los feriantes dejan roto en el contenedor de la esquina, cuando se marchan en sus caravanas al siguiente pueblo.
Tú empina la barba, y enarca la ceja, y reitera los mohínes y el lacito amarillo, cómo no; pero te vas a estrellar contra la realidad de granito que el mero sentido común te irá poniendo por delante.
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