es, directamente, una muestra de cómo hay que hacer buen cine, entretenimiento inteligente, análisis del carácter de unos personajes cuya veracidad no encontramos con frecuencia en la cartelera.
La tesonera mezcla de venganza y justicia de la madre; la honda sencillez de las cartas de despedida del jefe de policía, resuelto a enfrentar con valentía su destino; la torpeza racista de otros; el espesamiento de comprensión pero hipocresía del pueblo; la tensión de las disputas familiares, los complejos de culpa, etc. cuajan este film de convicción y de realismo, de verosímiles conflictos personales que al final optan por una moderada y algo fatalista decencia en la marea de lo que más o menos somos todos.
Un inesperado detalle: del fondo del olvido, medio siglo (se dice pronto) puede hacer de la última vez que escuché la canción "Walk away Renée"; un fragmento de ella que "Tres anuncios..." incluye, ignoro por decisión y antojo de quién, me asaltó con un pellizco de soterrada e imprevista nostalgia. La música, con sus magias inexplicables y misteriosas, nos remueve con frecuencia los más remotos sedimentos que la memoria y la sensibilidad van depositando en sus arqueologías.
Contemporánea, y algo remolcada, víctima de Internete, acato las más facilonas inercias y consulto el pozo sin fondo, la sima vertiginosa de los datos incesantes: eran Left Banke, año 1966. Acaso me gustó entonces, y ahora, porque algo sonaba aquello a cadencia de los Byrds, favoritos míos a través de las historias.
(También en la, para esto, cochambrosa "red", la traducción de la letra no parece al castellano sino a algún dialecto rudimentario propio de bárbaros y de caníbales.)
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