Cuán verdad es, donoso Pionono
tu fina observación del gesto huero
con el que nuestros próceres fulleros,
para dar énfasis a sus necedades,
inclinan con furores almohades
y con impetuoso y bravo encono
el micro que entre toda la Nación
colocamos a su disposición
en las tribunas, pupitres y escaños,
para que, año tras año,
nos endilguen sin pausa su tostón
y ese eñgaño de apolillado paño:
"del caño al coro y del coro, al caño".
Y cuán verdad que, tras el decorado
del teatro de nuestros Parlamentos,
la mayor parte no vale un pimiento.
Con estos diputados
que claman, áticos, en sus estrados,
la paciencia se estraga
y, tembloroso, el galeón naufraga.
Dicen que en el Cantábrico las olas
miden ocho o diez metros.
¿Y no habrá maremoto o cabriola
que enmiende de una vez a estos catetos?
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