El vigente director visible de la pista del circo americano (que es una carpa esencialmente como la de los demás países) parece resuelto a mandar más emisarios a la Luna.
Con paciencia, nuestro hermoso satélite sigue asomando cuando le corresponde y ojalá no lo echemos a perder, si menudearan nuestras visitas.
Conque nos recuerdan por la "tele" aquello de julio del 69. Cuando, recién aterrizados de Colombia en Madrid, G.A. ("a" Sonrisal o el Peñoquescente Inmoble Incandepollo, o algún disparate de injerto similar) y yo compartíamos, provisionales y transitorios, el azar en una pensión de modesto vuelo, a la espalda de la Gran Vía, que entonces ni barruntaba a Carmena: va para cincuenta años, casi.
Pero veamos: ¿qué ocurrió, en qué se fue el tiempo? ¿Cómo es posible esta sensación de que no cundió apenas, de que resbalamos sobre miles de cosas que sucedieron -- o que nos traspasaron -- y que nos dejan ahora sólo una nebulosa global y las ganas, claro que imposibles de contentar, de que se nos conceda otra vida más?
Otra que, es de temer, volveríamos a derrochar con la jubilosa energía, también con la inconsciencia inevitable, por lo que se ve, que son características de estas pequeñas, vanidosas, bulliciosas, felices a rachas, otras veces pensativas y empeñadas, siempre débiles y confusas imágenes y semejanzas ¿de Dios? que dicen que "semos". Vaya.
Usted tiene la ventaja que ha sembrado un montón de hermosas emociones, tal vez, inmortales.
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