Parece que los Hados, al final, decidieron burlarse de ti, con esa muerte de la que seguramente estás el más atónito.
Cuesta muy caro aprender, encajar, que la implacable hora a todos llega, alardeando a menudo de su condición repentina, arbitraria, improvisadora. Y que luego de las jornadas presentes, con su ruidosa algarada de ditirambos y exequias, las huellas dejadas se irán borrando a no mucho tardar, a salvo sólo en la memoria de quienes con mayor lealtad y veras te han querido.
Aunque en tu caso, los Hados, esos cabrones, no podrán quitarte el temple, el talento, los merecidos laureles que con dignidad adornaban la nobleza de tus setenta años, motero.
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