Nada descarto y a nada me ciño:
como el Guadalquivir y como el Miño
consiento que las aguas diletantes
de las palabras libres, abundantes,
restauren los tapices de mis sueños,
danzando en una órbita sin dueño
que abandona el rigor del naviero
y arriesga en una apuesta de arponero
(desoyendo el sextante) todo empeño.
De las rimas y ripios yo me apropio
si las veo pasar frente a mis ojos;
de "Famas y cronopios"
puedo afirmar que tengo los antojos.
Y seducido en este laberinto
que pinto con azules acuarelas,
me embromo con un brillo de teselas
y, como Umbral decía,
consumo "Mis placeres y mis días".
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