De la Segunda Guerra mundial y sus escalofriantes secuelas y pormenores sigue nutriéndose el cine con una fruición que empezamos a sospechar morbosa, aunque intensamente atractiva.
Y con tales palabras se podría definir la actuación de la Chastain, tan lejos ahora de la peligrosa Sloane, que es admirable lo que dan de sí estos estrellos y estrellas de la "gran pantalla".
En "La casa de la esperanza", doña Jessica pone en pie el personaje de una mujer cuya abnegación, entrega y demás prendas hacen que el espectador se ponga de su parte, aun advirtiendo un exceso de ternura que raya en lo inverosímil y que puede restarle credibilidad.
Hermosas y dramáticas imágenes para relatar, otra vez, los holocaustos y atrocidades que ocurrieron en la estela de un sueño de supremacías crueles que se resolvió, qué otra cosa cabía, malamente y con un infinito descalabro.
La "peli" trae recuerdos de "El diario de Ana Frank", aquella versión con la dulce y frágil Millie Perkins de entonces; de "La lista de Schindler", "El pianista" y otras muchas. Y se deja ver con notable estremecimiento.
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