El médico internista que me trata
no me dice que estoy como una rosa.
(Bien que me extrañaría
que un día me dijese tales cosas.)
Y cuando a Irene luego, por la noche,
haciéndole un resumen, se lo cito,
inquiere con irónico derroche:
-- ¿Tampoco dijo "como un clavelito"?
Sevillana y zumbona,
a veces me estremece su dicción
de "almendra" dormilona si menciona:
-- ¡Papá, tengo una vida!
cuando, impaciente, su diapasón
declina apaciguar mi desazón
y mis preguntas de sana intención,
no siempre comprendida.
Nos toca a los mayores
dar hilo a la cometa del cariño;
que, un poco protectores,
querremos de por vida a nuestros niños.
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