En los primeros tiempos de mi vida en Colombia lo conocí. Era un joven y pujante músico, con un talento y un instinto notables. Y una vitalidad y energías que lo hacían destacar.
Me puso en contacto con él, y con otros, Carlos Pinzón quien desde su importante cometido en la cadena Caracol, apoyaba el comienzo de aquella generación, y a quien audazmente yo me había presentado con el entusiasmo y la valentía intactos. De ahí estaba surgiendo una ebullición creativa y, dentro de una previsible inocencia de alevines, una renovación poderosa en la que anduvimos unos cuantos, precursores de todo quello en la Bogotá de entonces, y alentados en seguida por gentes de la radio como Alfonso Lizarazo, Edgar Restrepo, Enrique París y los que en este momento no recuerdo.
Me llega hoy la noticia de la muerte de Harold Orozco, la evolución de cuya carrera no he seguido posteriormente, aunque creo con firmeza que ha debido continuar en la senda fiel de la obra de calidad y el buen oficio.
Conmigo fue abierto, cordial, acogedor y libre de los matices turbios que algunos otros evidenciaron.
De la época que lo traté, tengo el recuerdo de un mozo alegre, hecho de "buena madera de artista".
No sabemos cuándo; eso es lo jodido, ¿no?
El tema, quizás, no sea saber, sino desmembrar el instante, en su ínfimo tejido, y ser diletante, creando una urdimbre, y a través del gañido, de su trama, hacer una proclama de ser libre, creador y consciente, de ese momento...¡Quizás sea ese, el aliciente!
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