En Zapeando, con su plantel de chicas guapas y de relativos bufoncitos (ese programa que en las tardes comenta con mejor o peor gracejo lo que hacen los otros), flor de retales, cómodo mosaico donde los haya, y cuyo éxito debe ir en aumento, porque las pausas publicitarias en él también lo van haciendo...
reproducen algún detalle de la entrevista que Ana Pastor (marisabidilla y por lo general incisiva progre de la Sexta) hace o hizo a Marine, tan de actualidad hoy.
Entrenada en las modas, pobrecita, enhiesta escudera del pensamiento políticamente correcto siempre que a su cuerda le convenga, pone cara de alucinar cuando la francesa le espeta el argumento demoledor de que con las fronteras, en su tierra, pretende hacer lo que cualquiera haría con la puerta de su apartamento: filtrar la entrada, si ésta procede; y ello dependerá -- interpretamos -- de que, por ejemplo, primero todos los franceses tengan empleo; y los puestos vacantes, cuando llegue a haberlos, ya se cubrirán con personas de otros países.
Esto, que no es más que la lógica, ahora en desuso, de barrer la casa propia antes que nada, hace mucho que con la hipocresía imperante se ha vuelto entre criminal e inaceptable. Pero fijo que hay cantidad de gente callada, disimulando, para que no le caiga "la del pulpo".
Y que, tarde o temprano, el péndulo hará lo de siempre.
Es que una cosa es predicar y otra dar trigo. Todavía estoy esperando a que, alguno de los que pregonan que hemos de admitir a todos aquellos que quieran venir, diga claramente a cuántas personas va a acoger en su casa.
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