¿Catorce años? ¿Un kilo de más?
Y la melena de color castaño, densa, larga casi hasta la cintura, como aquella otra.
Pero ¿y esas dos cuchilladas del pantalón a la altura de las rodillas? Y el chaquetón con grueso forro de rizo blanco, cuyas mangas tienes (todavía modosa) la prudente cautela de recoger, para que no te arrastren, ahora que te lo quitas, con un contradictorio gesto de descuido, dejando al aire la ancha y desbocada camiseta, la correíta de cuero a modo de pulsera artesanal que ciñe tu muñeca izquierda...
Y te quedas mirándome, como la Niña Luisa de mi canto, al hombre del banco en aquel parque de Cádiz, como después lo hiciera Rosalía en el Paseo de Rosales, sentada en su velador.
No escarmentamos, ni vosotras, ni estos graves, distantes ojos míos.
Y yo todavía puedo citar la addenda final de Verde veronés: giro en contadas órbitas, etc.
Difícil arrepentirse de los sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario