Cuando a mi verso, oh Máximo, atribuyes
la vana presunción divulgadora
de un "ligón" veterano en
retirada
que sus lances de amores a deshora
con un tardío estilo señalara,
se manifiesta en tu lectura ignara
la inercia veleidosa y reiterada
con la que parcialmente disminuyes
y a veces me destruyes
la intención genuina del relato.
Que no hay liebre por gato
sino que, ya en aquel Bachillerato,
la fiebre redactora era el veneno
y el silbo seductor de algún sileno,
y la Lengua y la Literatura
un desenfreno que, al presente, dura.
Ni califato ni cardenalato
promedian mi camino a estas alturas.
Es tan sólo el latido
(profano en ocasiones, desvalido)
que me sujeta para no dejarlo
a este un poco vivir para contarlo.
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