De lamentable evidencia puede calificarse el hecho de que el pueblo de Madrid ha sido gradualmente llevado a una domesticada mansedumbre.
Un proceso que amolda como dócil rebaño a un personal anestesiado o drogado con la fascinación del estadio, los botellones, el cotilleo rosa o político, la televisión que todo lo frivoliza y enrasa, la consumista inundación de los "móviles", etc.
De ese modo, los ciudadanos de la Villa y Corte apenas expresan su lógico escozor por las incomodidades y atropellos que les causa la gestión de sus regidores municipales (arbitraria, caprichosa de disparatados experimentos, frecuente de sectaria ideología).
Una cosa con otra, un zarandeo con el siguiente, es imposible a estas alturas reconocer en los madrileños a las mismas gentes que le pusieron las peras al cuarto a Esquilache; o a las tropas de Napoleón, cuando aquello del 2 de Mayo.
De vergüenza.
-- ¿Y no te parece que es lo mismo por toda España?
-- Peor me lo pones.
Igual estamos sufriendo una regresión a la época romana: "Pan y circo".
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