Mel Gibson ha desarrollado una carrera fecunda en la cual no han faltado sesgos de comedia, drama y de todo. Lejos queda ya la impactante interpretación del Loco Max en medio de un devastado mundo apocalíptico del que se han nutrido muchas "pelis". Aquello fue a primeros de los 80 y cuantas veces se repone ese material (sobre todo, las dos primeras entregas) en la televisión he sucumbido a su atractivo de bizarra y original violencia.
Así que en este último papel, que se estrena ahora, Gibson vuelve por aquellos fueros encarnando un personaje a su medida, ya veterana, pero eficaz, donde no faltan la sabrosa custom ni el profundo pistolón que dará cuenta de sus enemigos con gran regocijo y reconocimiento de quienes admitimos ser sus tradicionales seguidores.
La muerte del protagonista, después de intensas dosis de disparos a quemarropa entre unos y otros, da pie para que la chica -- su hija, en la película -- se salve y regenere que buena falta le hacía.
Acción de altos quilates.
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