La madurez y el desarrollo que el cine experimenta año tras año subrayan lo que tiene de industria, pero sobre todo de espectáculo.
Porque hay un abismo entre esta versión de 2016 y todo lo anterior. Baste señalar el impacto logradísimo de los trastazos en la secuencia de la batalla naval y en la de la carrera de cuadrigas, en ese impresionante y fantástico coliseo que se ha diseñado ahora para la nueva ficción.
Por otra parte, Morgan Freeman está hogaño caracterizado de abuelete rastafari y siempre resulta digno de ver.
Cine clásico, que convocó en la matinal de hoy un número no habitual de espectadores, por muy conocido que sea ya el argumento.
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