Los programas informativos ya nos lo han contado, con profusión, todo a falta de algunos detalles más, de flecos que irán saliendo, como secuela del horror y la consternación que en esa ciudad se han vivido y que a todos nos alcanzan.
El miserable monstruo ejecutor de turno, según dicen, ya había sido arrestado por delitos comunes con violencia y estaba fichado por la policía y era de origen tunecino, matiz que no le irá mal a Marine para insistir (y seguir convenciendo) con lo suyo: que para lidiar problemas y delincuentes, ya tenemos bastante con los paisanos autóctonos.
Xenofobia, claman muchos, justos por pecadores; pero a las víctimas, poca comprensión se les puede pedir.
Y los retornados. Los que se van a Siria y por ahí, a que los entrenen, a "ilustrarse" en la destrucción y luego vuelven. Qué delicia, cuánta democracia sin deportaciones.
Irene me llamó desde Marsella. ¿Qué, si hubiera ocurrido allí? Podría haber sido. Pero habían suspendido sus propios festejos pirotécnicos por el fuerte viento. Así va la cosa.
Y dice el melifluo mandamás (el del peluquero de lujo) que Francia no se dejará condicionar por el miedo.
No sé.
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