Me quedó la sensación de que era hombre aficionado a la ornitología, y también al ajedrez, a lo que jugaba conmigo, a pesar de nuestra gran diferencia de edad.
Ambos faltos de sabiduría en tan laberíntica disciplina (sobre todo yo, que contaba con pocos años), alguna discrepancia llegó a enfrentarnos ocasionalmente respecto a las leyes y los rigores del enroque o los matices de un jaque que era -- o no -- mate.
Afable y paciente. Y seguro que ahora se alegraría del reciente triunfo de Portugal, porque alguna querencia cuyo origen ignoro pareció demostrar siempre por el fado (esa preciosa música) y por el país vecino.
No sé cuánto recuerdo y cuánto fantaseo, del entrañable Don Eduardo C.
Porque, aunque no fuera carnal, sino el marido de doña Lola, "abuelos, padres y TÍOS: de los buenos manantiales se forman los buenos ríos". Y se lo agradezco.
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