La ambición de estar y permanecer en el poder, con las ventajas y las posibilidades de influencia y enriquecimiento que se ha visto conlleva, han conducido a nuestros políticos a aliarse, cuando no tuvieron toda la sartén por el mango, con otros que nunca prestaron su apoyo sin exigencias y contrapartidas que, por mucho que se disfrazaran, apenas fueron otra cosa que chantajes y manejos de mafiosa mercadería.
La peor moneda de ese cambio, la más peligrosa por lo que tenía de ideología capaz de afectar y manipular el pensamiento y las conciencias, ha sido la entrega a las sucursales regionales, pomposamente llamadas autonomías, de las competencias en educación.
Así, quienes han querido sembrar disgregación e inquina entre españoles lo han tenido fácil desde las escuelas más elementales, y con el tiempo a su favor. Haciendo trampas con los hechos y la Historia cuando les va bien, mintiendo, acumulando generaciones cuya deliberada deformación es ya naturaleza seguramente irreversible.
Los falseadores de la "libertad de expresión" que dieron la nota en una parte de las gradas ayer, son un ejemplo de esta educación echada a perder.
Y quienes disimulan o guardan silencio no son mucho mejores.
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