Después de la ducha, le dijo:
-- ¿Me das un poco de crema hidratante en la espalda?
-- Por supuesto.
Se lavó previamente las manos, con agua caliente, para que el instantáneo contacto de la pomada con la espalda no fuese frío. Y procedió, con amoroso esmero, con una artística síntesis de caricias y suave, insistente masaje.
Unos minutos después, mientras la disfrutaba desnuda del todo y tendida en la cama grande que compartían, todo el cuerpo de ella recibió las caricias y poco después ya andaban ambos bañados en la gloria de los abrazos y los etcéteras.
Y luego dicen que la vida nos da unas de cal y otras, de arena.
Eso también es verdad.
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